Las puertas del cielo | Страница 19 | Онлайн-библиотека
Kirby había ingresado en 2077, arrodillándose ante el Fuego Azul de un reactor de cobalto de Nueva York. Como converso reciente, no le interesaba la política de la jerarquía, sino los valores que el culto ofrecía: estabilidad, esperanza de una larga vida, posibilidad de alcanzar las estrellas aprovechando las capacidades de los espers; Kirby deseaba que la humanidad explorara los otros sistemas solares, pero no centraba en ese logro el anhelo de su vida. Ni siquiera la posibilidad de vivir eternamente —el cebo que atraía a millones de conversos vorsters— le parecía tan arrebatadora.
Lo que le arrastró hacia el movimiento a la edad de cuarenta años fue la disciplina que ofrecía. Su plácida vida carecía de consistencia, y el mundo que le rodeaba constituía un caos de tales dimensiones que se evadía de él mediante una serie interminable de paraísos artificiales. Entonces apareció Vorst, brindando una nueva y fascinante creencia que arrebató a Kirby al instante. Durante los primeros meses se contentó con ser un simple fiel. Al poco se convirtió en acólito. Y después, demostrando su capacidad innata de organización, ascendió rápidamente de cargo en cargo, hasta llegar a ser la mano derecha de Vorst a los ochenta años, interesándose mucho más por su supervivencia personal.
Según la historia oficial, el martirio de David Lázaro había tenido lugar en 2090. En aquel tiempo, Kirby llevaba trece años con los vorsters, y velaba por miles de hermanos como supervisor regional.
A tenor de sus recuerdos, ni siquiera había oído hablar de David Lázaro en 2090.
Los armonistas, el movimiento herético, habían empezado a ejercer su influencia unos años más tarde, adoptando los hábitos verdes y burlándose de la astuta orientación hacia el poder civil de los vorsters. Se proclamaban seguidores del mártir Lázaro, pero ni siquiera entonces, pensó Kirby, hablaban mucho de Lázaro. Sólo después, cuando el poder de los armonistas aumentó y le robaron Venus a Vorst, se decidieron a hacer hicapié en la leyenda de Lázaro. «¿Por qué, siendo contemporáneo de Lázaro, nunca oí su nombre?», se preguntó Kirby.
Se encaminó hacia el edificio que guardaba los archivos.
Era una cúpula geodésica de color blanco lechoso, recubierta de un tejido rugoso que la dotaba de una textura similar a la piel de un tiburón. Kirby se internó por un túnel enlosado, se identificó a los guardias robots, atravesó una puerta en forma de esfínter y desembocó en la habitación pintada de color verde oliva donde se guardaban los registros. Apretó un botón en forma de signo de interrogación y solicitó información.
LÁZARO, DAVID.
En las profundidades de la tierra giraron cilindros. Cintas suministradoras de información se pusieron en movimiento, se ofrecieron al beso del analizador y enviaron imágenes flotantes que ascendieron hacia el expectante Kirby. Letras impresas en un amarillo brillante aparecieron en la pantalla.
Una biografía sucinta, reducida e insuficiente:
NACIDO: el 13 de marzo de 2051.
ESTUDIOS: Primaria y Secundaria en Chicago, licenciado en Letras en Harvard en 2072, doctorado en Filosofía (Antropología) en Harvard en 2075.
DESCRIPCIÓN FÍSICA (1/1/88): un metro y ochenta y ocho centímetros, noventa kilos de peso, ojos y cabello oscuros, sin cicatrices distintivas.
AFILIACIÓN: Ingresó en la capilla de Cambridge el 11471. Rango de acólito alcanzado el 17773…
Seguía una lista de los sucesivos rangos escalados por Lázaro en la jerarquía, concluyendo con una sencilla anotación: muerte: 9290.
Eso era todo. Un expediente escueto y reducido, nada elaborado, sin encomios anexos como los que constaban en el expediente de Kirby, sin información sobre las desavenencias de Lázaro con Vorst. Nada. El tipo de expediente, pensó Kirby con desazón, que cualquiera podía haber tecleado en cinco minutos e introducido en los archivos… ayer.
Examinó los bancos de memoria, confiando en localizar algún detalle suplementario sobre el archihereje. No encontró nada. No existían motivos fundados para sospechar: Lázaro había muerto mucho tiempo atrás, y era probable que en aquellos tempramos días los informes fueran breves. Aun así, le parecía inquietante. Kirby salió del edificio. Los acólitos le miraron como si se tratase del propio Vorst. Seguro que estaban tentados de arrodillarse ante él. «Si supieran lo
7
La cripta de cristal de David Lázaro, transportada desde Marte a costa de un gran desembolso, se hallaba en el centro de la sala de operaciones, bajo la vigilancia de cámaras de vídeo montadas en las paredes y el techo. Un bosque de aparatos cuidadosamente dispuestos rodeaba la cripta: polígrafos, compresores, centrifugadores, cirustatos, analizadores, calibradores de enzimas, escalpelos láser, retractores, impactadores, exploratórax, tacs cerebrales, un bypass cardiopulmonar, sustitutos renales, bioticones, elsevires, un generador de presión de helio II y un monstruoso criostato resplandeciente. El despliegue era impresionante, y para impresionar estaba concebido. La ciencia vorster se exhibía aquí, y cada detalle, impresionante, por superfluo que pareciera, contribuía a acentuar el efecto del conjunto.
Vorst no se hallaba presente. La circunstancia también formaba parte de la escenificación. Kirby y él contemplaban el acontecimiento desde el despacho de Vorst. El miembro presente más relevante de la Hermandad era el regordete y risueño Capodimonte, un supervisor regional. Tras él se erguía el armonista Christopher Mondschein. Mondschein y Capodimonte se habían conocido brevemente durante la corta y desastrosa carrera del primero como acólito en Santa Fe, en 2095. Ahora, sin embargo, era una figura terrorífica; ocultaba su cuerpo transformado bajo un traje respiratorio, una imagen grotesca, de pesadilla. Un nativo de Venus, de aspecto todavía más extravagante, se pegaba a Mondschein como una segunda piel. El visitante armonista parecía tenso y de mal humor.
—Ya se ha determinado que la atmósfera de la cripta es una mezcla de gases inertes, sobre todo argón —dijo el comentarista de la televisión—. Lázaro está inmerso en una solución nutritiva. Los espers han detectado signos de vida. Los cierres de la cripta se abrieron ayer en presencia de la delegación de armonistas venusinos. Ahora se están extrayendo los gases, y los sensibles instrumentos de los cirujanos no tardarán en tocar al durmiente, y empezará el proceso infinitamente complejo de devolverle los impulsos vitales.
Vorst rió.
—¿No es eso lo que ocurrirá? —preguntó Kirby.
—Más o menos, excepto que el hombre está tan vivo como siempre en este preciso momento. Todo cuanto necesitan es abrir la cripta y sacarle fuera.
—Muy poco impresionante.
—Desde luego —corroboró el Fundador. Vorst enlazó las manos sobre el estómago, sintiendo los débiles latidos de sus órganos artificiales. El comentador siguió recitando kilómetros de prosa descriptiva. El intrincado despliegue de instrumentos que rodeaba la cripta se puso en movimiento, brazos y tentáculos oscilando como los miembros de un ser compuesto de muchos cuerpos. Vorst no apartaba la mirada del rostro alterado de Christopher Mondschein. Jamás había creído que Mondschein volvería a Santa Fe. Una persona admirable, pensó el anciano. Había sorteado bien las adversidades, considerando la forma en que se le había manipulado casi sesenta años antes.
—Han abierto la cripta —dijo Kirby.
—Eso veo. Observa a la momia de rey Tut levantarse y andar.
—Te lo tomas muy a la ligera, Noel.
—Ummm —dijo el Fundador. Una sonrisa aleteó en sus labios por un momento. Hizo ajustes infinitesimales en el flujo de hormonas. En la pantalla apenas se podía ver la apertura de la cripta, casi oculta por los instrumentos que rodeaban al durmiente.
De repente, se produjo un leve movimiento en la cripta. ¡Lázaro se movía! ¡El mártir regresaba!
—Es la hora de hacer mi gran entrada —murmuró Vorst.
Todo estaba dispuesto, así que un túnel reluciente le transportó con toda rapidez a la sala de operaciones.
Kirby no le siguió. La silla del Fundador irrumpió serenamente en la sala, justo cuando la figura de David Lázaro se despertaba tras sesenta años de inconsciencia y se incorporaba.
Una mano temblorosa señaló con el dedo. Una voz ronca trató de encontrar las palabras adecuadas.
—¡VVVorst! —jadeó Lázaro.
El Fundador sonrió con benevolencia y alzó su brazo descarnado, a modo de saludo y bendición. Delicadamente, una mano invisible movió una mano y el Fuego Azul iluminó las paredes de la sala, proporcionando el toque teatral definitivo. Christopher Mondschein, impasible bajo su máscara respiratoria, apretó los puños con rabia cuando la luz le bañó.
—Demos gracias por la luz, que se extiende más allá de nuestra visión —dijo Vorst.
«Humillémonos ante el calor.
«Bendigamos la energía que nos santifica…
«Bienvenido a la vida, David Lázaro. ¡En nombre del espectro, del cuanto y del sagrado angstrom, paz, y perdona a aquellos que te hicieron daño!
Lázaro se levantó. Sus manos buscaron y encontraron el borde de la cripta. Emociones inconcebibles deformaban su rostro.
—Yo… ¡he estado dormido! —murmuró.
—Sesenta años, David. Y aquellos que me rechazaron y te siguieron se han hecho poderosos. ¿Ves? ¿Ves los hábitos verdes? Venus es tuyo. Te hallas al frente de un ejército poderoso. Ve con ellos, David. Aconséjales. Te devuelvo a ellos. Eres mi presente para tus seguidores. «Y el que estaba muerto se levantó y anduvo… Soltadle y dejadle ir.»
Mas Lázaro no contestó. Mondschein estaba boquiabierto, apoyándose con fuerza en el venusino que se erguía a su lado. Kirby, contemplando la pantalla, experimentó una punzada de temor reverente que barrió su escepticismo durante un momento. Hasta la cháchara del comentarista se ennoblecía con el milagro.
La luz del Fuego Azul lo abarcaba todo, aumentando de intensidad a cada segundo, como las llamas del ocaso que se desplazan hacia el Valhalla. Y en medio de todo se alzaba Noel Vorst, el Fundador, el Primer Inmortal, sereno y radiante, erguido su cuerpo anciano, brillantes sus ojos, extendidas sus manos hacia el hombre que había estado muerto. Sólo faltaba el coro de los diez mil, entonando el Himno de las Longitudes de Onda mientras un órgano cósmico desgranaba un canto triunfal.
8
Y Lázaro vivió y caminó entre los suyos de nuevo y entabló conversación con ellos.
Y Lázaro estaba muy sorprendido.
Había dormido… durante un momento, el tiempo que tarda un ojo en parpadear. Ahora, siniestras figuras azules le rodeaban: venusinos, encapuchados como demonios para protegerse del aire ponzoñoso de la Tierra. Y le aclamaban como su profeta. A su alrededor se alzaba la metrópolis de Vorst, vertiginosos edificios que testificaban el actual poderío de la Hermandad de la Radiación Inmanente.
El venusino gordo —Mondschein, ¿no? —depositó un libro en las manos de Lázaro.
—El Libro de Lázaro —dijo—. La crónica de tu vida y obra.
—¿Y muerte?
—Sí, y muerte.
—Habrá que sacar una nueva edición —dijo Lázaro. Sonrió, pero estaba solo en su arrobo.
Se sentía fuerte. ¿Por qué no se habían degenerado sus músculos durante el largo sueño? ¿Cómo era posible que pudiera levantarse y andar entre los hombres, mandar obediencia a las cuerdas vocales y experimentar la fuerza de la vida?
Estaba solo con sus seguidores. Dentro de unos días se marcharía a Venus con ellos, donde tendría que vivir en un medio ambiente autónomo. Vorst se había ofrecido a transformarle en venusino, pero Lázaro, asombrado de que tales portentos fueran posibles, no estaba muy seguro de desear convertirse en una criatura provista de branquias. Necesitaba tiempo para reflexionar. El mundo al que había regresado de una forma tan inesperada era muy diferente del que había dejado.
Sesenta y pico de años. Por lo visto, Vorst se había apoderado de todo el planeta, tal como se había propuesto en los ochenta, cuando Lázaro empezó a disentir con él. Vorst había comenzado con un movimiento científicoreligioso al que Lázaro se había unido. Fórmulas mágicas mezcladas con reactores de cobalto, una letanía del espectro y los electrones, una gran dosis de espiritualidad adornada, pero en el fondo la promesa de una vida larga (o eterna). Ello provocó la defección de Lázaro. Pero pronto, comprendiendo la fuerza que poseía, Vorst había empezado a infiltrar hombres en los parlamentos, a comprar bancos, empresas públicas, hospitales y compañías de seguros.
Lázaro se había opuesto a tales maniobras. Entonces, Vorst era accesible, y Lázaro recordaba que había discutido con él acerca de sus desviaciones hacia los poderes políticos y económicos.
—El plan lo exige así —había contestado Vorst.
—Es una perversión de nuestros principios religiosos.
—Nos conducirá a nuestra meta.
Lázaro se había mostrado en desacuerdo. Poco a poco, reuniendo a unos cuantos partidarios, había creado un grupo rival, aunque en teoría continuaba siendo fiel a Vorst. Gracias a su aprendizaje con Vorst supo cimentar una fe. Proclamó el reino de la armonía eterna, vistió a los suyos con hábitos verdes, les proporcionó símbolos, fervor reformista, oraciones, una liturgia progresista. No podía afirmar que su movimiento poseyera una gran fuerza comparado con la maquinaria de Vorst, pero al menos era una herejía destacada, que atraía a cientos de nuevos seguidores cada mes. Lázaro se proponía crear un movimiento misionero, sabiendo que sus posibilidades de echar raíces en Venus, e incluso en Marte, eran superiores a las de Vorst.
Y un día de 2090 hombres cubiertos con hábitos azules le secuestraron, anulando su guardia personal de espers y apoderándose de él con tanta facilidad como si fuera un trozo de plomo. Sus recuerdos se borraban en ese punto, hasta su despertar en Santa Fe. Le dijeron que corría el año 2152 y que Venus estaba en manos de los suyos.
—¿Permitirá que le transformen? —quiso saber Mondschein.
—Aún no estoy seguro. Quiero pensarlo.
—Le resultará difícil desempeñar su cometido en Venus a menos que les permita adaptarle.
—Podría quedarme en la Tierra —sugirió Lázaro.
—Imposible. Aquí carece de fuerza. La generosidad de Vorst no llegará a tales extremos. No permitirá que se quede aquí, después de la algarabía que ha causado su regreso.
Robert Silverberg: Las puertas del cielo | 1 |
UNO: Fuego Azul: 2077 | 1 |
1 | 1 |
2 | 1 |
3 | 2 |
4 | 3 |
5 | 4 |
DOS: Los guerreros de la luz: 2095 | 4 |
1 | 4 |
2 | 5 |
3 | 6 |
4 | 6 |
5 | 7 |
6 | 8 |
7 | 8 |
8 | 9 |
9 | 9 |
TRES: A donde van los transformados: 2135 | 10 |
1 | 10 |
2 | 11 |
3 | 11 |
4 | 12 |
5 | 14 |
6 | 14 |
7 | 15 |
8 | 15 |
CUATRO: Lázaro, levántate y anda: 2152 | 16 |
1 | 16 |
2 | 16 |
3 | 17 |
4 | 18 |
5 | 18 |
6 | 18 |
7 | 19 |
8 | 19 |
9 | 20 |
CINCO: Las puertas del cielo: 2164 | 20 |
1 | 20 |
2 | 21 |
3 | 22 |
4 | 22 |
5 | 23 |
6 | 23 |
7 | 24 |
8 | 24 |
9 | 25 |